Así vivió El Cipayo la marcha del 18A
LA NACION realizó el recorrido de la manifestación, que partió de Santa Fe y Callao, junto a quien dice ser el gestor de la protesta
"¿Quién puso la fecha de la marcha? La puse yo", dice El Cipayo.
En las redes sociales su presencia comenzó a ser fuerte desde el anonimato y aunque hoy se mantiene protegido por un nombre ficticio, ganó popularidad entre sus pares. Puede acceder a la primera fila de una columna de manifestantes, en la que están políticos y sindicalistas, dice ser el gestor del 18A -aunque la fecha fue elegida en votación- y se mueve entre la masa junto a un séquito de compañeros que lo apoyan en la logística virtual.
"Muchos políticos querían bajarse de la protesta, pero los convencimos a último momento. ¿Nombres? No, no te doy ninguno", sostiene el hombre que caminó anoche desde Callao y Santa Fe hasta el Congreso, pasando antes por el Obelisco, junto a miles de personas que sólo lo conocen por las redes sociales.
El Cipayo son varias personas, pero el origen se le atribuye a este hombre robusto, de unos 35 años, abogado, y sin alineación política, según confiesa. Junto con él, tres amigos lanzaron un blog en febrero de 2012 como una plataforma de opinión y se convirtió en uno de los principales motores de convocatoria de las manifestaciones anti-K. Debutaron el 31 de mayo pasado y desde allí, no faltaron a ninguna. La presencia más fuerte fue en las marchas del 13S y 8N.
Ya son un grupo organizado que aporta contactos -por sus vínculos políticos-, organización y comunicación. Por eso ayer el grupo de base se reunió una hora antes de las 19 en el Starbucks de Santa Fe y Callao para definir los últimos detalles. "Acá importan las ideas, no el líder como el concepto fascista de los kirchneristas", opina. "Tratamos de ir con algo más, no solo con la puteada".
Teléfono en mano, que no deja de sonar, El Cipayo observa la llegada de la gente. "¡Mirá los carteles! ¡Claro que sí!", exclama. Charla con dos hombres de boina y se enorgullece cuando le cuentan que viajaron de otras ciudades para estar en el 18A. "Mirá Cipayo, a este te lo trajé de Tapalqué", le grita un hombre de bombacha de campo.
Las 18.45 marcan el comienzo del ruido de las cacerolas en la esquina, uno de los puntos de encuentro. El hombre, de camisa celeste, jeans gastados y zapatos náuticos, se detiene en el medio de la calle para hacerle una observación a LA NACION : "Esto jamás puede ser espontáneo, pero si autoconvocados porque las personas no pertenecen a un sector en particular".
RELACIONES POLÍTICAS
Patricia Bullrich se anticipó a todos los políticos que acompañaron la columna. Al Cipayo le cuesta llegar hasta el lugar; estira el cuello, saca fotos con su tablet, saluda a una mujer que se arrima llevando un carrito y su bebé, y al fin logra estamparle un beso a la diputada. La música ya es molesta, sale como un ruido latoso de una furgoneta Volkswagen que en el techo tiene seis parlantes. A eso se le suman los estampidos de las cacerolas de las señoras. El ruido es insoportable.
Nada detiene al hombre que va detrás de su criatura, sumando popularidad. Por momentos lo rodean varias mujeres, como esa rubia artificial, con pañuelo animal print, camisa blanca y botas de caña de gamuza color marrón. El animal print abunda en esta esquina.
"A las siete nos vamos", se escucha. El locutor, que se suma al sonido latoso, ahora menciona varias veces a Lilita Carrió. La gente enardece. Y entra en éxtasis cuando aparece el "Momo" Venegas, rodeado de micrófonos, cámaras de televisión y, también, patovicas .
"De los que vinieron tenemos trato con todos", se arriesga a decir mientras se arrima a Silvana Giúdici y Federico Pinedo. La relación con ellos tiene varios años, de los anteriores trabajos de El Cipayo. Ahora muestra los dientes ante ellos, con una sonrisa ancha y abundante, surcada por grandes gotas de sudor.
Ya pasaron algunos minutos de las 19; el himno suena en el desvencijado furgón y la columna empuja para salir. Está impaciente. La primera línea sostiene una bandera. Allí está uno de los hombres que dicen haber gestado el 18A, entre el "Momo" y Giúdici, a unos pasos de Bullrich y a varios metros de Ricardo Gil Lavedra.
Al fin comienza el recorrido por la avenida Santa Fe. Con el puño en alto El Cipayo saluda a la gente en un balcón mientras no despega el teléfono de su oreja y sostiene a una mujer que va colgada del hombro.
Ahora la política camina custodiada por un cerco de hombres que parecen peleadores de catch. Los bíceps les explotan en las mangas y los pectorales sobresalen en las chombas. Parece que no tienen cuello.
"¿Qué pasó? No se puede caminar ahí, se pelean y todos quieren sacarse una foto con las caras conocidas", se queja. ¿Qué pasó? Entre la seguridad de uno y de otro hay encontronazos por la disputa territorial. Los cholulos de turno se llevan la foto de recuerdo y también, algunos empujones.
POPULARIDAD VIRTUAL
El perfil de Facebook de El Cipayo tiene cerca de 35.000 seguidores y en Twitter casi 7000. En la calle es muy popular. O al menos eso es lo que cree. La gente lo para, lo saluda, le grita y él gira moviendo los puños en alto. Camina por la 9 de Julio, frente al Teatro Colón, flanqueado por dos rubias paquetas. En una mano sostiene una bandera argentina enrollada y un cencerro de campo que hace sonar con fuerza. "Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura de los K".
Las cuadras van quedando atrás y la próxima escala es el Obelisco, donde se encuentra con el resto de los Cipayos que cantan, otra vez, el himno argentino y muestran las dos palmas hacia delante al grito de "¡Libertad!". Todos se abrazan, festejan el éxito de la convocatoria y hacen planes. "Cerca de octubre organizamos otra marcha; en el medio tal vez una más".
A las 20.30 la concentración hace una pausa en la Plaza de la República para luego tomar Diagonal Norte. El objetivo es Plaza de Mayo, pero una barricada policial impide llegar. "Al Congreso, vamos todos al Congreso", vocifera El Cipayo y la gente a su alrededor grita. "Tiene media sanción la limitación a las cautelares, por eso vamos allá", explica.
El humo de los choripanes de la Avenida de Mayo acompaña el paso de los manifestantes. Pasan las banderas argentinas, los carteles anti-K y las cacerolas. Algunos quieren trepar las rejas del Congreso. Otros se comportan como personas. "La bestia está suelta. ¿Viste lo ordenados que somos? No tiramos ningún papel en el suelo", suelta antes de perderse entre el gentío..
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